Hoy me he comido una hamburguesa del futuro. Es vegetal y está muy buena. Estaba pensando en no decir de qué marca era y dónde me la he comido porque no me apetece hacer publicidad gratuitamente. Acto seguido he recordado que esto no lo lee nadie. En la quinta entrada ya debería tenerlo muy interiorizado, pero parece que hay algo de orgullo ahí haciendo una pequeña fuerza, la suficiente como para que me cuestione durante unos segundos si hacer o no publicidad.
Aquí no escribo sobre recomendaciones. En algunos aspectos ni siquiera tengo claro lo que me conviene a mí, así que no tiene sentido que haga sugerencias a los demás. Sé que el concepto de “recomendación” no compromete a ninguna de las partes, pero seguro que te coloca en una posición diferente a la del que no las hace. Esas posiciones, por otro lado, no quedan muy lejos la una de la otra, puesto que ya he insistido acerca de la poca autoridad y pretensiones de lo que digo aquí.
Podría simplemente contar la experiencia de haber comido una buena hamburguesa y prescindir de la recomendación. Pero es que el sólo hecho de contarlo ya es un acto de recomendar. No tienes por qué hacer explícita tu intención para que se considere como tal. No tienes por qué decir “Y aquí va lo que quería decir: recomiendo la hamburguesa”.
El aspecto clave de todo esto es si mencionar o no la marca de la hamburguesa. No mencionarla me permitiría compartir la experiencia sin dejar lugar a dudas de si sugiero que el lector deba probarla también. Quiero decir que alguien que lea “he comido una hamburguesa y estaba muy rica” no se siente tan invitado a probarla como si lee “he comido una hamburguesa X y estaba muy rica”. Por otro lado, compartir una buena experiencia obviando la marca impides que el lector pueda reproducir esa experiencia por su cuenta. ¿No sería eso egoísta? Alguien podria interpretarlo como que me estoy jactando de algo y que oculto la marca para asegurarme de que otros no puedan probarla, lo cual me daría una satisfacción adicional.
Mi prosa no es muy fluída, pero el hambre puede ser potente. No es necesaria mucha habilidad para despertar el deseo de comer. Científicos han enchufado cables en cabezas de humanos para ver qué pasa en el cerebro en ciertas situaciones. Cuando una persona oye o lee la palabra “hamburguesa”, se activa una región del cerebro.