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Burbujas en el balcón

Estaba sentado en el sofá del salón y de repente he visto algo volar y posarse sobre el balcón. Lo primero que he pensado es que sería ceniza del vecino fumeta de arriba. Me he acercado y he comprobado que en realidad eran pompas de jabón que estaba tirando otra vecina, una niña pequeña. Así que mucho mejor porque el jabón tal vez limpie algo la suciedad del suelo.

Si no usamos el balcón tampoco tendría por qué preocuparme de que esté sucio. Venía con la casa cuando la construyeron. No soy responsable de lo que el arquitecto decida que va a interesar a los que la habitan.

Ahora la niña se está pasando un poco con las burbujas. Está generando una cantidad excesiva y me distrae de la escritura de estas palabras. Me entran ganas de salir al balcón y sentarme con el portátil para que cuando una de las burbujas toque el teclado pueda advertir educadamente al padre de que su hija está molestando. ¿Cómo podría quejarme si no? Aunque no lo voy a hacer. Con imaginármelo basta. Correr la cortina para no verlas se me ocurre mucho después.

La niña se divierte a lo grande. El padre pone música y pasan la tarde ahí. Pero yo no tengo por qué admirar que se las puedan apañar con tan poco, en un espacio reducido, con mala música, aire no acondicionado y un juguete anticuado sin pantalla ni Wi-Fi. Si desean mi admiración primero deberán escribir un blog.

La inspiración no crece en los balcones. Durante estos minutos yo me dedico a la creación, no a la contemplación ni al ocio.