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Sandía

Me acabo de comer una sandía. Lo he hecho como parte de una técnica que consiste en diluir la culpa por haber comido poca fruta y verdura en las horas anteriores. La culpa también puede venir por una combinación de alimentos poco armoniosa. La secuencia de ingesta que me ha llevado a ello ha sido más o menos: cacahuetes, pistachos, chocolate, salmorejo con huevo revuelto, nueces con chocolate y un poquito de salmorejo que quedaba en la botella.

Poco después estaba evacuando con ayuda de mi escalón para váter, al que me refiero como “mi fiel amigo” (en mis pensamientos, puesto que rara vez tengo la oportunidad de mencionarlo, y tampoco creo que la gente esté muy dispuesta a saber de él). Es curioso porque es imposible haber digerido esos alimentos que en apariencia han inspirado la visita al trono. Como mucho podría imaginarme que el cuerpo se está preparando para la faena que le acabas de encomendar y para ello “va haciendo hueco”.

Ese poquito de salmorejo sobrante que he mencionado venía de que, tras verter el contenido de la botella en el bol, se queda una pequeña cantidad en el interior debido al espesor. En lugar de agitarlo más o esperar a que caiga del todo, cierro la botella y la dejo reposar boca abajo mientras me como el bol. Durante ese tiempo el salmorejo sobrante ya se ha despositado totalmente en el fondo de la botella (en realidad, en el cuello y tapón, porque está boca abajo). El problema ahora es beber el salmorejo de una botella boca abajo sin que se caiga. Para perder la mínima cantidad hay que hacer una pequeña maniobra que consiste en enderezar la botella, quitar el tapón y beber, todo ello rápidamente, impidiendo que el salmorejo vuelva a bajar hacia el fondo. Y luego chupar el tapón, que has debido mantener boca abajo sin derramar lo poco que contiene. Yo pongo la botella completamente recta por encima de mi cabeza y sitúo la boca justo debajo. Podría mantenerme así un rato y conseguir ingerir todo el contenido, pero me mareo. Con eso pienso que he aprovechado lo suficiente. Enjuago la botella un poco y la tiro a la papelera de reciclaje de envases. Me da gusto pensar que, dentro de los ciudadanos concienciados que reciclan, yo llevo la práctica un poco más allá consiguiendo una mayor pureza en el material a reciclar, ya que he eliminado prácticamente todo el material orgánico. La idea de que haya gente que prepare su propio salmorejo, sin envase de por medio, no se me pasa por la cabeza.

En las plantas de reciclaje hay un equipo que se encarga de revisar la pureza de los desperdicios que llegan. Hay gente que usa los contenedores de reciclaje con irresponsabilidad y depositan cualquier cosa. Ese equipo examina los envases e incluso los abren para comprobar que no hay nada dentro que no sea apto para el reciclaje. El Estado mete pasta en eso.